Este fin de semana en la isla creo que fue de los más especiales que viví. Fue cuando se empezaron a liberar un poco las restricciones. Nos pudimos poner de acuerdo con la gran mayoría de los integrantes de nuestro grupo. Un par cruzaron en kayac y otrxs (yo) en taxi lancha. Estuvo hermoso, disfrutamos la tarde jugando al voley, a las cartas y tocando la guitarra y cantando. Cuando empezó a caer el sol armamos las carpas, prendimos un fueguito y cenamos. Tomamos mucho vino, miramos el río durante mucho tiempo, bailamos con gente que conocíamos y con gente que no (que después nos enteramos que estos últimos nos robaron comida) y nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos levantamos temprano y esperamos -casi deshidratados- a que abriera el chiringuito para comprar unas botellas de agua y para cargar el termo para el mate. Estuvimos una vez más todo el día al sol; nuestro almuerzo fue pan con mayonesa y tomate (después del robo sufrido por paolo, si, así se llama el ladrón de nuestra comida), un par terminamos insolados. Desarmamos la carpa (donde dormimos toda la noche con una lauchita) y nos pegamos la vuelta. En fin, fue muy especial porque después de mucho tiempo pudimos disfrutar de lo que antes parecía cotidiano, o al menos era un plan viable y posible de hacer.

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